De Carril.

Saturday, November 04, 2006

El lugar y la hora correctos


Todo el tiempo ignoramos las extrañas coincidencias, los deja bu o lo que sea que no podamos explicar racionalmente, salvo cuando son extrañas coincidencias las que salvan la vida de alguien.

― En realidad no quería verte hoy― le dije―, pero como tenía ganas de salir y caminar, te llamé.
― Pero si quieres puedes caminar y pasear sola.― me dijo él ― No quiero que lo tomes como un compromiso.
― No, es que tampoco quiero andar sola. De todos modos ya te tienes que ir, son veinte para las cinco y ya van a empezar a tocar.
― Ah! Me estás echando!― bromeó él, justo cuando sonó mi celular. Al contestar, supe que algo definitivamente malo había pasado. En efecto, mi desesperada hermana me mandaba derechito al puente de Padre las Casas, porque mi madre se había escapado y la idea fija que tenía desde hace días era saltar, no precisamente para practicar natación, sino para ahogarse.


En pocas palabras le expliqué (a él) que tendría que acompañarme (puta, lo siento, el grupito ese tendría que quedarse sin video clip), al tiempo que ya cruzaba la calle casi corriendo. Estaba a pocos minutos del puente, así que si me apuraba podría llegar antes que mi vieja. Caminé lo más rápido que pude, cuando en la esquina de O’Higgins, perpendicular a la calle del puente, paró una micro que podría llevar a mi mamá. El micrero me quedó mirando unos segundos, y partió luego. “Esa puede ser”, le dije a él, entonces recorrimos en segundos la cuadra que faltaba para llegar. Le dije que se quedara al comienzo del puente, y yo estaría en el otro extremo, donde comenzaba el río.


Mientras, toda saltona, miraba para todos lados, llegó mi hermana, y me contó que se había quedado dormida (a las 4 de la tarde?), y mi mamá se escapó a tomar la micro, cuando un amigo de mi hermana la vio en la calle a punto de ser atropellada y le vino avisar. Le dije que volviera a la casa, por si volvía, y llamé a los pacos para que la buscaran.


Esperé un rato más, hasta que él, desde el otro extremo del puente, contestaba su celular y me hacía señas. “Bueno, bueno. Sí, gracias”. La habían encontrado y estaba en la 3ª Comisaría de Padre las Casas.
Al llegar, pregunté al paco (perdón, pero no me inspiran un nombre más honroso) dónde la habían encontrado. Me contó que el chofer de la micro era un vecino, que la había reconocido y no había querido abrirle la puerta en el puente, y la había dejado en la comisaría.


Finalmente, al llevarla a la casa, mi madre me contó que nos había visto ―a él y a mí―, y se lo había dicho al chofer, quien se detuvo un momento, y no sé por qué razón al señor ese no se le ocurrió abrir la puerta para que yo pudiera encontrarla, y así ahorrarme casi una hora de incertidumbre, pero sí se le ocurrió que ella quería matarse, y que la estaban buscando. Me contó, también, que al principio había tomado otra micro, pero se bajó y, sin darse cuenta, subió a la del que alguna vez fue nuestro vecino.


No sé porqué cuento esto a un montón de desconocidos. No pretendo sacar una moraleja del tipo “Madre hay una sola”, ni nada por el estilo. Creo que el hecho de haber estado a punto de perderla ayer me ha puesto un poco más sensible. Tampoco quiero evangelizar a nadie agradeciendo a Dios porque ella haya cambiado de micro, o por el vecino micrero, o por haber estado allí, en la esquina de O’Higgins, en ese instante en que el chofer me miró y decidió que no abriría las puertas cerca del puente. Creo que eso lo haré en privado. Sólo quiero que al menos alguien que no crea en nada, lo piense un poco más, y por último crea en la Matrix, si se quiere ser más moderno, porque lo importante al principio es simplemente creer.


Quisiera haber empezando esta columna con algo más propio, pero puta, ayer casi se me lanza la vieja al río, espero comprensión.

Por Zuripanta

Wednesday, September 20, 2006

Cinema Paradiso

De cine, generaciones y devedés. Segun nuestro parecer podriamos dormir en el cine abandonado.

Los cines siempre guardan una magia, aunque decir eso suene a la mas tradicional novela de realismo mágico, aparte de lugar común. De todos modos somos la generación del DVD y eso que el DVD es nuevo, aparte que nuestra generación ya no dice Generación. Nosotros veíamos VHS por que el profesor Rosa, que lava la loza, veía VHS con Don Carter. En la película Il Postino, el cartero bicicleteaba kilómetros por el noticiario que pasaban en el cine. En Ciudadano Kane toda la vida del zorrudo ese pasaba en cinco minutos de cine y aun faltaba algo, en Caligula todos tiraban con todos y en Cinema Paradiso creo los cines quiebran. Digo creo por que la vi hace tiempo y ya no recuerdo bien. Mínimo a eso debiéramos llamarle magia, porque encanto es un adjetivo algo viejo, como de vieja pesá.

La primera vez que vi una película en un cine fue una de Batman. Quisiera creer que era una de las viejas, las de culto, pero según recuerdo era de las más bodrios de todas. Ésta la vi en el Cine Central, ese que después de convirtió en el Showtime, y su primera función fue arruinada, porque la cinta El Chacotero Sentimental se quemó en plena exhibición. Tampoco hay nada de premonitorio en esto, los accidentes suceden cada día. Lo que no pasa todos los días son los cines abandonados a su suerte. Quizás el Showtime de aquí nunca pudo exhibir Rojo la Película, o el cine central no les dejó las cintas de Batman que no eran tan malas, esas que de seguro hubiesen vendido; pero los cines solos son una tragedia, pregúntense qué dirá la gente de nosotros. Ni siquiera exhibieron el mínimo filme de culto, ahora ningún neo escritor podrá decir que allí vio La Película de su Vida y la que nunca más la olvido. Ni siquiera la “Comunidad Cultural”, con sus bien ganadas comillas, se hizo cargo del cacho que dejan las cadenas del cine con las tradiciones audiovisuales. La puta que los parió.

Por Pablomon.